Mis ojos, de tanto velar, no saben ya qué es sueño; pero, aunque no te encuentre, me es dulce la vela.
Mi corazón se sienta en la oscuridad de la lluvia, a esperar a tu amor; y, aunque nunca llegue, esperar me es dulce.
Todos se van, cada uno su camino, y me dejan atrás; pero, aunque me quede solo, me es dulce escuchar por si vienes.
La cara nostálgica de la tierra que teje sus nieblas de otoño llena de anhelos mi corazón; y aunque sean en vano, me es dulce sentir el dolor del afán.
Rabindranaz Tagore, Transito y Fall#16, Foto de Ángel Durán
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