domingo, dezembro 31, 2006

La Infantina Encantada

A cazar va el caballero, a cazar como solía,
los perros lleva cansados, el halcón perdido había:
andando, se le hizo noche en una escura montiña.
Sentárase al pie de un roble, el más alto que allí había:
el troncón tenia de oro, las ramas de plata fina;
levantando más los ojos, vio cosa de maravilla:
en la más altita rama viera estar una infantina;
cabellos de su cabeza con peine de oro partía,
y del lado que los parte, toda la rama cubrían
la luz de sus claros ojos todo el monte esclarecia.
- No te espantes, caballero, ni tengas tamaña grima;
hija soy yo del gran rey y de la reina de Hungría;
hadáronme siete hadas en brazos de mi madrina,
que quedase por siete años hadada en esta montiña.
Hoy hace los siete años, mañana se cumple el día.
espéresme, caballero, llévesme en tu compañia.
- Esperéisme vos, señora, hasta mañana, ese día;
madre vieja tengo en casa, buen consejo me daría.
La niña le despidiera de enojo y malenconía:
Oh, mal haya el caballero que al encanto no servía;
vase a tomar buen consejo, y deja sola la niña!
Ya volvía caballero, muy buen consejo traía;
busca la motiña toda, ni halló roble, ni halló niña;
va corriendo, va llamando, la niña no respondía.
Tendío los ojos al lejos, vio tan gran caballería;
duques, condes y señores por aquellos campos iban;
llavaban la linda infanta, que era ya cumplido el día.
El triste del caballero por muerto en tierra caía,
y desque sí hubo tornado, mano a la espada metía:
"Quien pierde lo que yo pierdo, o que pena no merecía?
Yo haré Justicia en mí mismo, aquí acabará mi vida!

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